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El mundo nos involucra. La condición humana nos "impone" mostrar nuestra particular forma de percibirlo.

La comunicación que se genera a partir de esta compulsión hacia el otro nos dibuja y frente a esta visualización vamos construyendo y generando nuevas comunicaciones.

La fotografía tiene su propia gramática.

La virtualidad de las sensaciones se corporaliza, adquiere forma propia. ​En tiempos en que la comunicación ha incorporado nuevos lenguajes donde la simbología adquiere mayor peso comunicativo la práctica continuada de un lenguaje de imágenes nos deja en buena situación para codificar el mundo y volviendo al comienzo, entender mejor la forma en que vamos involucrándonos con él.

 

Decía Manuel Espínola Gómez: "...creo que la tarea fundamental que persigue el hombre con respecto a la expresión concreta a que se ve abocado es, en primer término, definir fuera de sí lo que el hombre contiene en estado dee fugacidad, de indefinixción incesante..."

 

Hace  más de 40 años que vengo dando lucha a esa indefinición incesante, exteriorizando esa fugacidad de que habla Espínola y que termina siendo motor fundamental de superación.

El fantasma de la sensación predica en lo simbólico tocando nuestro ser más profundo, buscandonos en nuestras indefiniciones y haciendonos cómplices de ese mal entendido que tenemos con ese otro que buscamos sin pausa y que ordena momentaneamente el caos.

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